jueves, 25 de marzo de 2010

El lugar sin límites


Este libro que hoy menciono, forma parte de mis primeras lecturas , fue entonces y lo es ahora uno de los especiales. Debo a sus palabras, la imaginación de lugares entristecidos, que en buena medida Onetti y sus ambientes llegaron a desarrollar. Este libro es conservado en un estante del que poco hago uso, sin embargo he comenzado a releerlo con una delicia olvidada. En este relato del escritor chileno José Donoso crea personajes tan hermosos por su desgracias como La Manuela y la amarga niña, La Japonesita; un prostíbulo en decadencia y el olvido en que se sume el Olivo de noche.

Además de dejarles la primera pagina de esta fabulosa novela, comento que se puede conseguir la película de este libro; pocas son las veces que las adaptaciones a películas funcionan y las menos que tiene un valor por sí mismas, esté es el caso del film del mismo nombre, del director Arturo Ripstein, en la que destacan la actuación del actor Roberto Cobo como La Manuela, quien feneció hace unos años atrás. Película que conocí incluso antes que el libro y que de la misma manera que esté me fascino. Les dejo entonces las primeras líneas de esta formidable narración…


La Manuela despegó con dificultad sus ojos lagañosos, se estiró apenas y volcándose hacia el lado opuesto de donde dormía la Japonesita, alargó la mano para tomar el reloj. Cinco para las diez. Misa de once. Las lagañas latigueas volvieron a sellar sus párpados en cuento puso el reloj sobre el cajón junto a la cama. Por lo menos media hora antes que si hija le pidiera el desayuno. Frotó la lengua contra su encía despoblada: como aserrín caliente y la respiración de huevo podrido. Por tomar tanto chacolí para apurar a los hombres y cerrar temprano. Dio un respingo -¡Claro!- abrió los ojos y se sentó en la cama: Pancho Vega andaba en el pueblo. Se cubrió los hombros con el chal rosado revuelto a los pies del lado donde dormía su hija. Sí. Anoche le vinieron con ese cuento. Que tuviera cuidado porque su camión andaba por ahí, su camión ñato, colorado, con doble llanta en las ruedas traseras. Al principio la Manuela no creyó nada porque sabía que gracias a Dios Pancho Vega tenía otra querencia ahora, por el rumbo de Pelarco, donde estaba haciendo unos fletes de orujo muy buenos. Pero al poco rato, cuando había casi olvidado lo que le dijeron del camión, oyó la bocina en la otra calle frente al correo. Casi cinco minutos seguidos estaría tocando, ronca e insistente, como para volver loca a cualquiera. Así le daba por tocar cuando estaba borracho. El idiota creía que era chistoso. Entonces la Manuela le fue a decir a su hija que mejor cerraran temprano, para qué exponerse, tenía miedo que pasara lo de la otra vez. La Japonesita advirtió a las chiquillas que se arreglaran pronto con los clientes o que los despacharan: que se acordaran del año pasado, cuando Pancho Vega anduvo en el pueblo para la vendimia y se presentó en su casa con una pandilla de amigotes prepotentes y llenos de vino – capaz que hasta hubiera corrido sangre si en eso no llega don Alejandro Cruz que los obligó a portarse en forma comedida y como se aburrieron, se fueron. Pero decían que después Pancho Vega andaba furioso por ahí jurando:

- A las dos me las voy a montar bien montadas, a la Japonesita y al maricón del papá…

fragmento....

viernes, 19 de marzo de 2010

... miscelánea de intervenciones...

Jean-Baptiste Greuze, Francia, 1725-1805.

Fragmento... Historia de un ocaso

anochecer penetró lentamente en la habitación y ella no se percató. Porque el anochecer no es ruidoso. No se mira atrevido por la ventana como el mediodía, brota de las paredes como agua oscura, levanta el techo hacia la nada, lo arrastra todo despacio en su silencioso torrente. Cuando levantó la vista, todo era oscuridad y silencio a su alrededor, sólo en algún lugar el pequeño reloj caminaba a pasitos hacia el infinito. Las cortinas colgaban en lúgubres pliegues como si tras ellas se escondiera algo terrible, las puertas parecían hundidas en la pared, de modo que todo tenía aire de habitación negra y cerrada, como un ataúd tapado con clavos. No había entrada ni salida en lugar alguno, todo era ilimitado y, sin embargo, estaba encerrado, todo parecía cernerse y el aire era tan opresivo que sólo se podía resollar, pero no respirar.

Stefan Zweig

(...consecuencias deliberadas de mujeres desligadas, historias de princesas y reinas, de obreras. Desposeídas, perdidas, infantiles e histéricas. Quien escribe sobre, cerca, acerca; de ellas...

He visto la intrigante puesta del Italiano Romeo Castellucci HEY GIRL!; una montaña de ideas se derrumba frente a mis impávidos ojos cerrados. )

Éstas son las reinas
Éstas son las reinas que dieron sus cabezas al pueblo
Éstas son las reinas

fragmento de texto actuado en escena HEY GIRL!

(...cortemos cabezas, nombres, incluso desnudemos los cuerpos, y ni así lograremos quitar las marcas que han dejado las convenciones y la lógica social... )

lunes, 15 de marzo de 2010

A propósito del tiempo...


Por mucho que me aferre a los instantes, escapan: no hay ninguno que no me sea hostil, que no me rechace y no me manifieste su negativa a comprometerse conmigo. Proclaman uno tras otro, inabordables todos, mi aislamiento y mi derrota.
Sólo si nos sentimos llevados y protegidos por ellos, podemos actuar. Cuando nos abandonan, carecemos de la energía indispensable para la producción de un acto, ya sea capital o trivial. Entonces afrontamos, desamparados, sin asiento en parte alguna, un infortunio inusitado: el de no tener derecho al tiempo.
Cioran

En un esfuerzo digamos conveniente y estratégico, he dejado todo cuanto podía hacer, clases, trabajos, distracciones que según mi opinión no dejaban que mi avance fuera posible. Lo que descubrí fue que, eso no es más que un engaño, no avanzo porque no pueda, sino porque no quiero. Me impido a mi misma seguir, una suerte de miedo, puede ser la respuesta, insuficiente diría yo, mediocre algunos otros. Lo cierto es que este estado de apatía, sofoca cualquier iniciativa. Valdrá la pena saturarse, he de suponer que tanto tiempo libre mal empleado no me conviene.