lunes, 21 de septiembre de 2015

La carrera.

La travesía comienza frente a una encrucijada, el camino que demoraste tanto en confrontar, ha sido  echado a la suerte, y es ahora que frente a ti la disyunción, la Y se abre, sólo eso conoces, porque la habías soñado muchas veces. Quieres regresar, tratas de hacerlo, pero ya no es posible, la banda en la que se ha convertido tu camino no te permite parar más, no hay retorno posible, mientras dejas caer tus piernas y notas como te acercas sin remedio alguno a la intersección tratas de no llorar, de abrir la mente y dejarla sin pensamientos, no sabes qué hacer, pero ya no te mueves ni luchas, no piensas y la tristeza se confunde, tampoco ella te acompaña ahora. 

Esto tiene el aspecto onírico de madrugadas en las que encontrabas tu alma debajo de la cama o enterrada en la maceta. El intermitente anuncio del HUBIERA sigue latiendo, de buena gana le dispararías, pero no puedes, es tu faro, un pésimo faro, contradictorio en su naturaleza. 

Fallas en tu entrega, de último momento luchas, pataleas, es tarde, sí, lo sabes, pero siempre hay una posibilidad, aún no te encuentras de ningún lado, aún miras de frente, tienes miedo, mucho miedo, es lo único certero ahora, tiemblas, crees que puedes desmayarte, pero sabes que no será tan sencillo. Preferirías ver la tele y olvidarte del asunto, no puedes, ya no puedes seguir mirando de lado. 

Lloras, no puedes parar, tu pecho se he encogido, porque el aire ya no es suficiente. Te mareas, pero no pierdes la consciencia, maldices tu cuerpo tan joven y pleno, tu fortuna. Piensas lo estúpido que eres pensando en aquellas miserias. Sigues pateando y te sigues acercando, buscas piedras en tu bolso. 
 Lloras desconsoladamente, en un arranque de furia te entregas a tu destino dispuesto a perder a estrellar tu cuerpo y destrozarlo, no planeas decidir un carajo, no quieres y no lo harás, antes te destruyes, piensas en una imagen poética, un instante después te ríes desaforadamente sabes que es una estupidez. 

Al fin algo de calma, tu derrota puede estar anunciada metros antes, es cierto, pero si no tienes ya nada que perder entonces evalúas que querías llegar hasta este momento en el que aceptas que  no te importa, en el que tiras aquellos sueños rancios que creíste tuyos y con tanta ligereza corres para la derecha convencido de que no te importa darte cuenta que eres zurdo y siempre has echado carrera con dirección a la izquierda, que tus pasos, amigo, no se han equivocado, eres tú el que nunca los ha comprendido. Ahora corre, corre, corre y olvida parar. Buen viaje. 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

SECOND BASE, frenesí.

Pienso en el frenesí, en tu respiración acelerada, el ruido que despegaba en tu cremallera y subía hasta mis oídos. Recuerdo tus ojos cerrados, el tacto de tus manos merodeando mi cuerpo. La luz del tablero que olvide apagar, mi propia respiración alocada, las ansias de aspirar vida en cada beso. Aún mantengo la piel erizada, y el temblor tenue del cuerpo, cuando sin cerrar los ojos te veo, a ti, en la sombra entregado al deseo. Nuestro arrebato fue vertiginoso, nunca supimos cuánto tardó aquello, por fortuna no mencionamos los te amo, ni los te quiero, en cambio repetimos los gemidos hasta convertirlos en música de fondo. 
Era una travesura, un impulso. Dos desconocidos que se tocan de aquella forma deben estar destinados a colmar su deseo. Tu cuerpo es viejo para mi, te habría encontrado, porque algo en ellos, nuestros cuerpos, se comunica.
Si el deseo lo abarca todo cuando estamos cerca, olvidamos los nombres, nada en ti me es ajeno si es sobre tu piel. La mente parece ausente, no importa lo que callas, debes tener mil secretos, ¿cuantas mentiras no me has dicho ya? Te esfuerzas poco, sabes que no escucho, sólo me concentro en tus labios, en las manos que me acarician, en el ritmo en el que tocas mis piernas, el orgullo de años atrás.

Te veo de perfil, al fin la inmensidad de acorta, al fin veo la escena, todo recobra dimensión, he dejado de escucharte respirar, nos repelemos por vez primera, nos separamos. Me pregunto, ¿quién eres?, creo que en tu rostro se ha instalado la misma interrogación. Ninguno fórmula aquellas dudas, quizá me lo cuentes mientras acomodas tu cabello, quizá lo menciones cuando me acaricies despidiéndote. Quizá podamos sentir algo, cuando nos reímos sobre la escena en la que nos encontramos.