jueves, 16 de julio de 2015

Regalo

Poseo menos que poco, así que mis regalos son simbólicos y como amo los micro cuentos y las pequeñas historias, esas que se asemejan tanto a la poesía, suelo darlos-compartirlos con frecuencia, como si esparciera migas de pan a las palomas. Uno de estos regalos me ha parecido tan bello que ahora tiro a puños esas migas a todos ustedes.


¿Qué es algo tan frágil que se rompe al decir su nombre? 

El silencio


(la cita posee referencia Siri Hustvedt, El mundo deslumbrante, pero hubo quién me informó que dicho acertijo lo había escuchado en una película y como es posible que sea como los refranes, una joya de todos y de ninguno, ya sabrán ustedes a quién atribuirle el trozo)

viernes, 3 de julio de 2015

El monzón de la ciudad


(Ilustración, Jimmy Liao, Desencuentros)


El metro se movía lento, la tormenta comenzaba, un grupo de personas corrían despavoridas ha guarecer bajo cualquier marquesina, un barullo comenzó, desde lo alto del vagón que se encontraba elevado y expuesto a la tormenta que se avecinaba, se apreciaba ese movimiento histerico de gente en plena carrera y de los coches apurados, el ruido era notorio. Un par de gotas y unos instantes después una tunda de proyectiles líquidos se había desatado, entre las carreras maratónicas de los pobres peatones. Continuo una calma extraña y ambigua, el volumen de la ciudad bajo, lo único que se escuchaba era la pieza rítmica del aguacero a decibeles cada vez más altos. Todo ello duro a penas unos minutos, desde la ventanilla pude ver como el ajetreo recomenzaba, los peatones varados bajo resguardo salían resignados a terminar empapados, los automovilistas recomenzaban con su orquesta de claxon.


Algo le debemos a la lluvia además de ese irresistible antojo a chocolate caliente, a esa forma eficiente que posee para fertilizar al campo, o la melancolía vertida detrás de una ventana o al ajetreo que arrastra tras el paso; y es ese cambio de ritmo, ese momento en que todos paramos, en el que el tiempo se reconfigura bajo otro ritmo, baja una medición ambigua, como si se expandiera y todo recomenzara, al fin es un balde de agua que nos hace despertar.


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Llovía y se hablaba de eso en cada mesa del lugar;


-¿Té has mojado mucho?

- No, logré cubrirme a tiempo.

-Me he mojado los zapatos, es muy incómodo.

-Yo también, me preocupa enfermar.

-Me gusta cuando llueve y el olor a humedad.

-¡Cliché! En esta ciudad la lluvia es tan sucia como sus calles y el olor está lejos de ser disfrutable, hediondo y fétido diría yo.

Las animadas conversaciones acerca del clima sufren de un gran problema, su corto aliento, la falta de desarrollo y el poco soporte que dan, son apenas un suspiro para distraer o disfrazar la conversación, el dato para comenzar la charla, la excusa para aminorar los ánimos. Un preludio pobre, pero eficaz; muletilla educada y válida. Hay que saber usarla sin el fastidio de un largo silencio, entender su corta vida y no sobre explotarla, como ahora mismo hago yo. Eso sólo mostraría una escasa conversación de nuestra parte y recordemos bien que estamos armados hasta las uñas de ocurrencias vacías, de memes graciosos para mostrar según la conversación de oportunidad. Pero hay que aceptar que el clima y sobre todo la lluvia no es un dato tan vulgar, como el video viral de la semana o el tren de los memes sobre la última ocurrencia de nuestro presidente, la lluvia por fortuna es un fenómeno más rico.


Ver llover debe ser de las primeras experiencias en nuestra vida infantil que nos sacuden la pacificidad del hogar, sobre todo si la lluvia está acompañada de una tormenta de relámpagos. ¿Qué opinión tendrá un pequeño que ve llover? Yo conozco uno que temía a la lluvia por un tiempo, incluso temía el sólo hecho de su anuncio en forma de nubes grises cargadas de gotas. Afortunadamente ese miedo se disipó pronto. Aprendemos como mi pequeño amigo a dejar de temerle, algo en ella invita a la danza, a los brincos en especial si sucede en un día soleado.

Sospecho que ver llover y creer que además de temor o alegría, la lluvia, es un escenario de poéticas reflexiones sólo acontece en nuestra transnochada visión adulta, pues son esas ideas cargadas como las nubes previas al desahogo, las que nos hacen creer que el flujo de liquido lavará el ánimo, la ciudad, el aire, el concreto.