lunes, 15 de noviembre de 2010

A los "aniversarios malditos"



La canción es divina, la voz de Chavela una maravilla.
Pensé en tantas canciones, pero está parecía adecuada, hay algo de verdad y mucho de mentira. Un rincón del alma para los recuerdos gratos otro para las desdichas...

jueves, 11 de noviembre de 2010

Justificaciones...

La necesidad de este libro se sustenta en la consideración siguiente: el discurso amoroso es hoy de una extrema soledad. Es un discurso tal vez hablado por miles de personas (¿quién lo sabe?), pero al que nadie sostiene; está completamente abandonado por los lenguajes circundantes: o ignorado, o despreciado, o escarnecido por ellos, separado no solamente del poder sino también de sus mecanismos (ciencias, conocimientos, artes). Cuando un discurso es de tal modo arrastrado por su propia fuerza en la deriva de lo inactual, deportado fuera de toda gregariedad, no le queda más que ser el lugar, por exiguo que sea, de una afirmación. Esta afirmación es, en suma, el tema del libro que comienza.


Ronald Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.

La cita, la anterior entrada y el vuelco sobre el blog, tienen sus porqués, no es casualidad que escriba en estas fechas. Como rayo fulgurante, desciende el inconsciente y esclarece sólo para empañar los recuerdos y las certezas. La simple certeza, todo le pertenece al pasado y no más búsquedas en el baúl. 

La locuela



Locuela. Esta palabra, sacada de Ignacio de Loyola, designa el flujo de palabras a través del cual el sujeto argumenta incansablemente en su cabeza los efectos de una herida o las consecuencias de una conducta: forma enfática del "discursear" amoroso.


Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.


Si alguien nos soñara juntos, nos encontraríamos. 


Marina Tsvietáieva, correspondencia.


Bajo los infortunios de la codicia, temo desear tanto aquello que me ha sido negado. Busco la mano, esa mano invisible, y encuentro sino formas viejas, sabias de luz inagotable, pero de piel desgastada, sin el calor de la bondadosa primavera. 
Busco fragancias. Piel aromática que arrastre mi cuerpo contra esos ojos dormidos. Ahí yace mi deseo distendido en sus ansias. Negando esas manos que se le entregan, y arrojando miserias al destino. No quiero perderme de nuevo, reuso hacerlo por tú nombre, dibujado apenas con pintura, sobre el grabado de aquel hombre muerto.
Golpeo furtivamente la puerta, la desgarro con mis manos que parecen cada vez más pequeñas. Apenas y puedo recordar el ritmo de tú resuello, en aquellas noches de placido goce. Quiero el abrigo de entonces. No te busco, no lo haré, tendrías que llegar solo y abrirme. Agoto mi sueño para esperar… suena el despertador con voz estruendosa. Es hora de despertar…

viernes, 5 de noviembre de 2010

Leyendo la correspondencia de Musia



De nuevo leo correspondencia, y vuelvo a experimentar la sensación de saciedad, mi curiosidad va siendo apagada en cada línea. Se cuentan las "miserias cotidianas" con una profundidad envidiable. Entre Rilke y Marina Tsvietáieva hay una correspondencia fervorosa y apasionada. 


R. M. Rilke- M. Tsvietáieva
Val- Mont, Glion sur Territet (Vaud)
Suiza
17 de mayo de 1926


–Marina, gracias por el mundo...


De Rilke un poema de su libro; El libro de las horas

Soy yo, ¿no escuchas ya, tú, tan miedoso,
cómo me estrello en ti con todos mis sentidos?
Mis sentimientos, que encontraron alas,
circundan de blancura tu gran rostro.
¿No ves el alma mía, qué cerca está de ti,
en traje de silencio?
¿Acaso no madura mi plegaria de mayo,
en tu mirada, como sobre un árbol?


Si eres tú el soñador, yo soy tu dueño.
Si quieres vigilar, yo soy tu voluntad,
y me hago poderoso sobre magnificencias
y hasta me redondeo como estelar silencio
sobre la gran ciudad, peregrina, del tiempo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

MICTLANTECUHTLI




-¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?
-Debe andar vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella. Tal vez me odie por el mal trato que le di; pero eso ya no me preocupa. He descansado del vicio de sus remordimientos. Me amargaba hasta lo poco que comía, y me hacía insoportables las noches llenándomelas de pensamientos intranquilos con figuras de condenados y cosas de ésas. Cuando me senté a morir, ella me rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento:”Allí se acaba el camino –le dije-. Ya no me quedan fuerzas para más.” Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.


Pedro Páramo, Juan Rulfo



Otra ofrenda para los muertitos, otro día para pensar en ellos, en nuestras propias muertes, las chiquitas y las grandotas. Un salud para los que se fueron y otro para los que se quedaron esperando, irse junto con ellos. Por las derrotas y las desdichas, por los recuerdos. 
Pensar la muerte, cada día más cliché, más a moda que a "tradición". Ya no quiero ir a ver las ofrendas asediadas, multitudinarias; foto acá, foto allá, muy mono todo. ¡¡¡¡¡¡Patrañas!!!!!, ahora resulta que a todos les gusta el olor a cempazúchitl, uy que rico el pan de muerto!!! Así ni como defender mi propio agrado al día. Por eso ya no me agrada esté "día de muertos", en lo que se ha ido convirtiendo, me agradará cuando deje de ser "in" y sea de mal gusto. La muerte es horrible, y si la festejamos no es porque nos atraiga, sino por que nos da miedo. Me gusta porque hace patente todo lo que he perdido, las tragedias, las historias de mi niñez; enclavada en aquel pueblo lleno de mujeres susurrando cantos formidablemente tristes. 
Ya puse mi ofrenda, por si acaso, por si vienen y tiene sed y hambre. Ya fui a ver la megaofrenda de CU y descarte la idea de ir a ver las del Zócalo, con una peregrinación de curiosos tengo, gracias. Debería ir a ver a mi abuela, a rezar junto con ella por sus hijos que hace tanto murieron y a ella le siguen doliendo. Ir a casa de ese tío abuelo y sentir escalofríos al ver su fotografía amarillenta, recordar por un instante imágenes borrosas de sus manos pequeñas, con esos dientes blancos preguntando; -¿no quieres más hija? 


Para otro dato contradictorio; quería una foto con la catrina, muy linda y fielmente vestida. La verdad yo quería un tamal de dulce, y pan de muerto, los ojitos de preferencia, escuchar música tradicional, ver las veladoras y oler el copal. No hay manera de describir como esos detalles me conmueven. Cómo quisiera estar de nuevo allá junto a mi abuela, para que que me explicara que esperar a los muertos es rezarle todos los días antes de salir de casa y ponerles agua porque vienen cansados de su viaje. El 1 de noviembre sus hijos vuelven a estar a su lado y ella les pide perdón y ellos le perdonan. -Porque tus tíos eran muy pequeños cuando murieron. (Yo apenas y entendía que mis tíos podían ser unos bebés cuando murieron y que aún así fueran mis tíos)