jueves, 12 de julio de 2012

Rimbaud el hijo

Hace semanas que termine este pequeño pero abrumador libro, que encontré en alguna feria literaria, o cace mientras mi amigo y yo dábamos una vuelta. 
Sobre el libro diré que es un ejercicio de ficción sobre la vida del enfant terrible de la literatura francesa Arthud Rimbaud, con muchos datos biográficos y una narración que se desborda; dejar suelta esa posibilidad de completar los rincones oscurecidos, darles la oportunidad se ser enunciados y vistos, aunque se trate de un parpadeo y de la imaginación de su autor Pierre Michon, que une y confunde los porqués en la vida del poeta. Dejo en mi pequeño espacio algunos fragmentos para quien a quedado interesado en el libro. 
Debería tener en la solapa o en un pie de pagina música sugerida con varias opciones para ser leído, esta idea se la he robado al mismo amigo que me acompaño al encuentro del libro. 
Mientras escogía los fragmentos escuchaba el soundtrack de Pina una fabulosa y delicada película, sobre danza y  Pina Bausch, otra gran recomendación que me permito dejar. Así todo parece tener sentido, Pina, Rimbaud; la música, la danza; el mundo y la creación. Almas que abrazan sus cuerpos y se sostienen por sí mismo; la libertad nace en ellos y vuelve a ellos...
 ¡¡¡Qué nombres me han poblado la mente está noche!!!! 




Ella hacía añicos las flores y las sonrisitas, como todo lo demás: porque no quería a ese hijo que era ella, porque no se quería a sí misma, por lo que sabemos; porque no le gustaba de sí misma más que ese pozo sin fondo donde todo se hundía; y estaba demasiado ocupada tanteando a ciegas las paredes de ese pozo, buscando el fondo, para darse cuenta de que crecían florecillas junto al brocal. [...] ...había encontrado una solución al a altura de la de su madre, y fabricaba para ese duelo inconmensurable pequeños regalos inconmensurables; padres nuestros de su cosecha: grandes trozos de lengua rimada que ella no comprendía, pero en los que veía al inclinarse sobre ellos, tal vez sin poder leerlos, algo desproporcionado como su pozo y obstinado como sus dedos, la marca de una pasión devastadora que había olvidado su causa y sobre pasado su efecto, la marca del puro amor sin efecto...


Sabemos que acabó por sobrepasarlos, que lo llevó a cabo y que fue su maestro: rompió el riel y también se rompió el hocico, en dos tiempos y tres movimientos.


...la infinita libertad de los amores sin objeto...


...las cartas son pequeñas trampas para otro, para un solo otro, que uno quiere echarse a la bolsa; y Rimbaud alcanzaba la excelencia en esta disciplina de cazador de pájaros.


...esos segadores oían por allá arriba al autor de la Temporada sollozar; y en esos sollozos desde hace un siglo se ha querido oír un duelo, la pérdida de Verlaine, la ruina de las ambiciones literarias, el plomazo recibido en cierta ocasión en el ala; además del duelo de la videncia, de los trucos mágicos para hacer llegar el verbo, todas eses supercherías futuristas que la Temporada desaprueba sin ambages; pero me pregunto si esos sollozos, esos gritos, ese puño en decadencia golpeando la mesa, si en eso, más allá de todo duelo no había un gozo muy antiguo y completamente puro. Tal vez se trataba de los sollozos de la brillantez, los de cuando por casualidad, una vez en la vida, la gracia cae en la página: los que la frase justa nos arranca cuando nos arrastra hacia adelante, los que nos quiebran cuando el ritmo justo nos empuja con furia por la espalda, y entonces, deslumbrados en medio de todo, decimos la verdad, proferimos el sentido, y no se sabe cómo, pero en eso instante sabemos que en la página está la verdad, está el sentido; y usted es ese hombrecito que dice la verdad; y vuelve en sí en un triste agujero de las Ardenas, en Guarida de lobos, junto a una vieja negra e insensata, el sentido se sirvió de su mano de bruto, de su duelo de bruto, de su corazón de niñita, para una vez más aparecer entre sus despojos de palabras. Su abrigo de junio. Usted se pone a llorar ante ese abrigo.

lunes, 9 de julio de 2012

De los libros a medias...

Luego había leído la última página, el libro había terminado. Era preciso detener la enloquecida carrera de los ojos y la voz que seguía sin ruido, deteniéndose sólo para recuperar el aliento, en un suspiro profundo. 
Proust, Sobre la lectura.


A media semana me rendí, soy una lectora de mitad, mitad de libros.... o ...compradora compulsiva y más compulsivo mi uso y abuso del inicio. A penas veo un nuevo libro y me apresuro a desgarrar su envoltura de ser el caso y hurgar con mi ojos avivados sus primeras líneas, esperando la revelación de los secretos. No alcanzo a ver que tan negativo es la acumulación de inicios y el olvido de finales. Por ahora los finales tardan más, y me he percatado del esfuerzo que debo realizar para no confundir, las tramas o los argumentos de cada una de mis lecturas. Debe ser poco pedagógico está locura en mi escritorio y en la mesita de noche; lo sospecho, pero por ahora poco haré al respecto. Reconozco un desequilibrio en mi hábitos, más estoy segura de que no se trata de leer como antes, ni al mismo ritmo ni  con el mismo sistema; sino de dejar que mis lecturas vayan tomando su propia forma, regularidad-irregularidad, constancia-letargo, y sobre todo, su lugar en la reflexión.  






La lista de las inicios que esperan sus finales...

-Sobre la lectura, Marcel Proust (es tan pequeño que ni yo misma lo entiendo)
-Una temporada en el infierno, Arthur Rimbaud  (esté debe ser plan con maña...)
-Qué aburrido hubiera sido ser feliz, Marguerite Yourcenar, de Michèle Goslar
-Amrita, BananaYoshimoto (es el nuevo... hace unos días que los comencé)
-La muerte y la niña, Juan Carlos Onetti (a Onetti hay que leerlo despacio, y disfrutar de su Santa María)
-La pianista, Elfriede Jelinek 

-Natalia Goncharova, Marina Tsvietáieva (una verdadera casualidad dar con en libro... irresistible)