lunes, 23 de noviembre de 2015

El club de los lunes


Acudir los lunes al club no era sencillo, por la mañana costaba despertar y programarse para hacerlo dos horas antes era aún más desalentador. Si el despertador picoteaba a las 5 am podríamos arrojarlo de un manotazo al suelo de forma autómata, pero no era el caso, había una programación previa, los lunes se acude al club como los católicos lo hacen a misa de mediodía en domingo, grandes organizadores del tiempo aquellos. El club no era un espacio físico, ni contaba con una membresía, sus parroquianos no se conocían entre ellos y bastaba conectar el ordenador a la red para estar en aquel no-lugar. 

¿Qué se comparte a las 5am en lunes?, ¿el mal humor?, ¿la acidez estomacal?, ¿el sueño? Es posible que eso suceda si llamas a casa de cualquiera en ese horario insano, pero en este club todo comenzaba con una buena canción, 30 personas compartiendo el mismo sonido, si el vecino era parte quizá pudieras escucharle cantar en el piso inferior y verle dar un par de pasos de baile o mover a ritmo las manos. Claro que para adelantar el termino del sueño por una canción no era suficiente motivo aunque fuese el mismísimo Freddie Mercury en los altavoces. 
¿Qué podría llevar a un grupo de seres realizar una actividad tan desconcertante y atípica? - La mentira, la ficción y el rechazo a los lunes, si eras 5 am sólo significaba una sola cosa, aún te quedaban dos horas para hacer lo que te diera en gana, el lunes laboral estaba retrasado y tú estabas en las dos horas previas, no de la resignación y el mal humor, no el de las elucubraciones de la semana que te esperaba, no, estabas bailando con 30 deschavetados que cantaban como tú y aprobaban unánimemente la voz de Freddie, y hacían cara a la maldad del lunes, si aquel motivo no era suficiente para despertar cada lunes y reír , entonces todos se pueden ir a sufrir, porque mientras conceden miles de minutos a leer esto o al Facebook y a todos esos mensajes de queja y presunción, unos tontos cantan.  
Ya me había resignado a sufrir como todos ustedes los lunes, a querer aplastar la alarma y a rogarle 5 minutos más cada bendito lunes, pero ahora que he dado con este club nada de eso me aqueja ya, ¿suena a una locura, verdad?, pues lo es, y sin embargo he hecho cosas mas absurdas que despertar de madrugada por un par de canciones y por una comunidad invisible. Si a usted el club de tejido, o el gym le parecen de lo más sanos y entretenidos, ¿por qué a mi no me parecería increíble un club para escuchar música a las 5 am en lunes? 
Ya es media tarde y saben no percibí cuando se instalo el lunes oficial, no sé ustedes pero a mi esto de ser parte del club sólo me ha dado motivos para bailar. http://open.spotify.com/artist/1dfeR4HaWDbWqFHLkxsg1d

domingo, 15 de noviembre de 2015

Conversación infinita

-¿Olvide saludar?

Ella mira la epístola cargada de gifs y emoticones, acaba de repasar por tercera vez el chiste interminable que ha sostenido por días con M. El -¡hola!- reaparece una semana atrás, en dichas conversaciones se condensan días, semanas de un intercambio que rara vez conoce novedad. 

-¿Viste el tuit de @devenirchiste?
-Oh sí, es brutal, casi me orino.
-Te dije que era muy cagado el fulano, irás a la fiesta? 
-Obvi...
... (treinta mensajes después, impasse, al fin silencio, nada, vacío)
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-Carmen llamó, regala cachorros... 
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El tintineo de luz en el celular debería cegarle, ya no responde. Cada gráfico se rehusa a seguir la conversación. Algo exige cercanía y seriedad, otro suelta una risa estridente, contiene esa explosión del desorden, de un torbellino a punto de chocar. El objeto sigue en su pasividad exigente, la cautelosa forma de fastidiar, enciende y apaga un punto luminoso, la prudencia se converte en imposible, insostenible. Qué maravilloso sería estrellarlo, la ira surge confundida con la broma, esa forma tan inocente y habitual. La civilidad del control de nuestras emociones, hay que reír o asesinar, alguno tiene una gran idea, de esas ideas estúpidas, - hay que hacer ambas cosas!!!- grita y escupe saliva en pleno arrebato, la sangre parece apunto de salirle por ojos. 

 Algo apesta en toda la escena, peor que carne podrida, el objeto acrecentó su materialidad, lo invade todo, pero ya no lo notamos. -¿Quién enferma con todo esto?, ¡Nadie!, tengo nauseas, sí, esas pinches nauseas llenas de felicidad azucarada. Disculpen debo abandonar la conversación, iré a vomitar, pero sigan, sigan, todos tenemos algo nuevo que decir.
 

lunes, 21 de septiembre de 2015

La carrera.

La travesía comienza frente a una encrucijada, el camino que demoraste tanto en confrontar, ha sido  echado a la suerte, y es ahora que frente a ti la disyunción, la Y se abre, sólo eso conoces, porque la habías soñado muchas veces. Quieres regresar, tratas de hacerlo, pero ya no es posible, la banda en la que se ha convertido tu camino no te permite parar más, no hay retorno posible, mientras dejas caer tus piernas y notas como te acercas sin remedio alguno a la intersección tratas de no llorar, de abrir la mente y dejarla sin pensamientos, no sabes qué hacer, pero ya no te mueves ni luchas, no piensas y la tristeza se confunde, tampoco ella te acompaña ahora. 

Esto tiene el aspecto onírico de madrugadas en las que encontrabas tu alma debajo de la cama o enterrada en la maceta. El intermitente anuncio del HUBIERA sigue latiendo, de buena gana le dispararías, pero no puedes, es tu faro, un pésimo faro, contradictorio en su naturaleza. 

Fallas en tu entrega, de último momento luchas, pataleas, es tarde, sí, lo sabes, pero siempre hay una posibilidad, aún no te encuentras de ningún lado, aún miras de frente, tienes miedo, mucho miedo, es lo único certero ahora, tiemblas, crees que puedes desmayarte, pero sabes que no será tan sencillo. Preferirías ver la tele y olvidarte del asunto, no puedes, ya no puedes seguir mirando de lado. 

Lloras, no puedes parar, tu pecho se he encogido, porque el aire ya no es suficiente. Te mareas, pero no pierdes la consciencia, maldices tu cuerpo tan joven y pleno, tu fortuna. Piensas lo estúpido que eres pensando en aquellas miserias. Sigues pateando y te sigues acercando, buscas piedras en tu bolso. 
 Lloras desconsoladamente, en un arranque de furia te entregas a tu destino dispuesto a perder a estrellar tu cuerpo y destrozarlo, no planeas decidir un carajo, no quieres y no lo harás, antes te destruyes, piensas en una imagen poética, un instante después te ríes desaforadamente sabes que es una estupidez. 

Al fin algo de calma, tu derrota puede estar anunciada metros antes, es cierto, pero si no tienes ya nada que perder entonces evalúas que querías llegar hasta este momento en el que aceptas que  no te importa, en el que tiras aquellos sueños rancios que creíste tuyos y con tanta ligereza corres para la derecha convencido de que no te importa darte cuenta que eres zurdo y siempre has echado carrera con dirección a la izquierda, que tus pasos, amigo, no se han equivocado, eres tú el que nunca los ha comprendido. Ahora corre, corre, corre y olvida parar. Buen viaje. 

miércoles, 9 de septiembre de 2015

SECOND BASE, frenesí.

Pienso en el frenesí, en tu respiración acelerada, el ruido que despegaba en tu cremallera y subía hasta mis oídos. Recuerdo tus ojos cerrados, el tacto de tus manos merodeando mi cuerpo. La luz del tablero que olvide apagar, mi propia respiración alocada, las ansias de aspirar vida en cada beso. Aún mantengo la piel erizada, y el temblor tenue del cuerpo, cuando sin cerrar los ojos te veo, a ti, en la sombra entregado al deseo. Nuestro arrebato fue vertiginoso, nunca supimos cuánto tardó aquello, por fortuna no mencionamos los te amo, ni los te quiero, en cambio repetimos los gemidos hasta convertirlos en música de fondo. 
Era una travesura, un impulso. Dos desconocidos que se tocan de aquella forma deben estar destinados a colmar su deseo. Tu cuerpo es viejo para mi, te habría encontrado, porque algo en ellos, nuestros cuerpos, se comunica.
Si el deseo lo abarca todo cuando estamos cerca, olvidamos los nombres, nada en ti me es ajeno si es sobre tu piel. La mente parece ausente, no importa lo que callas, debes tener mil secretos, ¿cuantas mentiras no me has dicho ya? Te esfuerzas poco, sabes que no escucho, sólo me concentro en tus labios, en las manos que me acarician, en el ritmo en el que tocas mis piernas, el orgullo de años atrás.

Te veo de perfil, al fin la inmensidad de acorta, al fin veo la escena, todo recobra dimensión, he dejado de escucharte respirar, nos repelemos por vez primera, nos separamos. Me pregunto, ¿quién eres?, creo que en tu rostro se ha instalado la misma interrogación. Ninguno fórmula aquellas dudas, quizá me lo cuentes mientras acomodas tu cabello, quizá lo menciones cuando me acaricies despidiéndote. Quizá podamos sentir algo, cuando nos reímos sobre la escena en la que nos encontramos.

jueves, 16 de julio de 2015

Regalo

Poseo menos que poco, así que mis regalos son simbólicos y como amo los micro cuentos y las pequeñas historias, esas que se asemejan tanto a la poesía, suelo darlos-compartirlos con frecuencia, como si esparciera migas de pan a las palomas. Uno de estos regalos me ha parecido tan bello que ahora tiro a puños esas migas a todos ustedes.


¿Qué es algo tan frágil que se rompe al decir su nombre? 

El silencio


(la cita posee referencia Siri Hustvedt, El mundo deslumbrante, pero hubo quién me informó que dicho acertijo lo había escuchado en una película y como es posible que sea como los refranes, una joya de todos y de ninguno, ya sabrán ustedes a quién atribuirle el trozo)

viernes, 3 de julio de 2015

El monzón de la ciudad


(Ilustración, Jimmy Liao, Desencuentros)


El metro se movía lento, la tormenta comenzaba, un grupo de personas corrían despavoridas ha guarecer bajo cualquier marquesina, un barullo comenzó, desde lo alto del vagón que se encontraba elevado y expuesto a la tormenta que se avecinaba, se apreciaba ese movimiento histerico de gente en plena carrera y de los coches apurados, el ruido era notorio. Un par de gotas y unos instantes después una tunda de proyectiles líquidos se había desatado, entre las carreras maratónicas de los pobres peatones. Continuo una calma extraña y ambigua, el volumen de la ciudad bajo, lo único que se escuchaba era la pieza rítmica del aguacero a decibeles cada vez más altos. Todo ello duro a penas unos minutos, desde la ventanilla pude ver como el ajetreo recomenzaba, los peatones varados bajo resguardo salían resignados a terminar empapados, los automovilistas recomenzaban con su orquesta de claxon.


Algo le debemos a la lluvia además de ese irresistible antojo a chocolate caliente, a esa forma eficiente que posee para fertilizar al campo, o la melancolía vertida detrás de una ventana o al ajetreo que arrastra tras el paso; y es ese cambio de ritmo, ese momento en que todos paramos, en el que el tiempo se reconfigura bajo otro ritmo, baja una medición ambigua, como si se expandiera y todo recomenzara, al fin es un balde de agua que nos hace despertar.


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Llovía y se hablaba de eso en cada mesa del lugar;


-¿Té has mojado mucho?

- No, logré cubrirme a tiempo.

-Me he mojado los zapatos, es muy incómodo.

-Yo también, me preocupa enfermar.

-Me gusta cuando llueve y el olor a humedad.

-¡Cliché! En esta ciudad la lluvia es tan sucia como sus calles y el olor está lejos de ser disfrutable, hediondo y fétido diría yo.

Las animadas conversaciones acerca del clima sufren de un gran problema, su corto aliento, la falta de desarrollo y el poco soporte que dan, son apenas un suspiro para distraer o disfrazar la conversación, el dato para comenzar la charla, la excusa para aminorar los ánimos. Un preludio pobre, pero eficaz; muletilla educada y válida. Hay que saber usarla sin el fastidio de un largo silencio, entender su corta vida y no sobre explotarla, como ahora mismo hago yo. Eso sólo mostraría una escasa conversación de nuestra parte y recordemos bien que estamos armados hasta las uñas de ocurrencias vacías, de memes graciosos para mostrar según la conversación de oportunidad. Pero hay que aceptar que el clima y sobre todo la lluvia no es un dato tan vulgar, como el video viral de la semana o el tren de los memes sobre la última ocurrencia de nuestro presidente, la lluvia por fortuna es un fenómeno más rico.


Ver llover debe ser de las primeras experiencias en nuestra vida infantil que nos sacuden la pacificidad del hogar, sobre todo si la lluvia está acompañada de una tormenta de relámpagos. ¿Qué opinión tendrá un pequeño que ve llover? Yo conozco uno que temía a la lluvia por un tiempo, incluso temía el sólo hecho de su anuncio en forma de nubes grises cargadas de gotas. Afortunadamente ese miedo se disipó pronto. Aprendemos como mi pequeño amigo a dejar de temerle, algo en ella invita a la danza, a los brincos en especial si sucede en un día soleado.

Sospecho que ver llover y creer que además de temor o alegría, la lluvia, es un escenario de poéticas reflexiones sólo acontece en nuestra transnochada visión adulta, pues son esas ideas cargadas como las nubes previas al desahogo, las que nos hacen creer que el flujo de liquido lavará el ánimo, la ciudad, el aire, el concreto.

viernes, 17 de abril de 2015

Peligros de la escritura


Hace poco leí Pretexta de Campbell, un texto que me recordó la importancia y el peligro de la escritura, porque es con ella, la escritura, que Bruno el enclaustrado cronista enmascarado de pretexta libra la batalla de la cordura y el temple, una mala jugada, porque Bruno pierde, se pierde a si mismo. Campbell no lo dice, es la portada de mi edición la que sugiere, la sensación que tuve al terminar el libro; estar tratando con un arma, un arma de múltiples objetivos.
El uso de la escritura asumiendo que son los autores los que la ”usan” y no ella a ellos. Diría que es posible controlar aquello que se escribe en aras de un fin, pero no son pocos los que declaran su necesidad, el mismo Cioran decía que escribía para no volverse loco y al final de sus obras dejo esbozada la idea de una terapéutica de la escritura, un salva vidas contra el suicidio, pero es Campbell quién me ha hecho pensar en el riesgo que corren aquellos que escriben, porque la apuesta no es poca.
La pregunta cliché de las entrevistas a escritores reformulada según variantes posibles radica en un ¿por qué?, un ¿por qué se escribe?... para no volverme loco dicen algunos, por necesidad otros, por el deseo. Me agrada pensar más en aquella idea del fármacon,  del que habla Derrida, un remedio que cura, pero que mantiene su acepción de droga. El fármacon no puede nunca ser simplemente benéfico, nos advierte Derrida.
La escritura nunca ha sido una cuestión menor, ni ahora creo que sea sólo el acto que libra de demonios y pensamientos a los hombres que se atreven a enfrentarse  contra la blanquitud de la página. Todos ellos son arrastrados a escribir y al momento de hacerlo han perdido, una perdida que tiene sentido en desposeer por desgracia, por contingencia, no por haber errado. A pesar de ellos mismos, a pesar de ajustar los anclajes, de limitar el fondo, de crear estructuras que puedan salvarlos; dispositivos para no caer y que al final no funcionan.
Porque escribir no es un acto del intelecto en el cual no se corran riesgos, no es un remedio inofensivo que todo lo cure. Nietzsche, junto con el loco Hörderlin, dos alemanes que habrán de ser prisioneros de sus pensamientos y que la única vía que encontraron para calmar a su mente fue la escritura, o el joven Rimbaud que tuvo que abandonar su escritura porque aquella fuerza le fue tan sobrecogedora que prefirió embarcarse hacía el sur y perderse en algún lugar de la tierra aún no explorada.
El remedio y la droga, la escritura como un fármacon puede convertirse en un arma. Una que apunta directo al corazón del que ejecuta, un suicidio que tenga la forma de un homicidio, como el poeta habrá dicho ya.