domingo, 25 de enero de 2009

Si supiera que significa para mí esta historia...


(Todo lo demás aparece como apéndice)

sábado, 17 de enero de 2009

(continuación...)

…(Y daban vuelta una y otra vez, llenos, alegres, la lluvia no paraba sin embargo era un goteo de chispas. Ellos miraban de vez en vez el cielo, sonreían, extendían los brazos, gozaban. Era su contemplación tierna, ese hacer sin propósito que el de sentir, descubrir el goce, la satisfacción del acto… Movimientos suaves, labios húmedos, saliva por toda la boca, esa saliva dulce e infantil… No tenían más de 6 años, todo podía escribirse después, no había prisa del ahora; todo les esperaba, bastaba deslizarse debajo de la lluvia.
Un día en el que parecer, todos habían decidido irse a dormir después de la cena, sólo dejaban correr el tiempo, en lo que, los niños jugaban…)

Esas eran las noches de la niñez. Ahora que aquellos días habían pasado, donde no había luna bajo el goteo del cielo, ya no estaba su padre ni su tío, con esas sonrisas que animaban su espíritu, ya no habían puertas abiertas de par en par, ni tragos en la mesita de la sala, ya no olía a puro, ni las mujeres hablaban ya animadamente, ya no poseía jardín, ni primos. Estaba él, aquel niño de los recuerdos frente al televisor que iluminaba su entonces apartamento del mismo tamaño que la sala de casa de sus padres. Allá fuera el goteo grotesco de la cuidad, y sus ladridos que lo había transportado al pasado. Miro el aparato tomar vida frente a sus ojos, aparecían mujeres hermosas llamándolo, latas de cerveza que hubiera querido compartir con alguien más.
Observó el reloj, 10:45, tomó el control del televisor, apago la imagen, encendió una pequeña lámpara de mano; camino hacia la cocina, mientras se incorporaba tomó conciencia de su cuerpo hasta ahora olvidado. Seguía pensando en ese ruido que le molestaba, intento pensar si era posible telefonear a casa de sus padres para saludar, quedar en ir pronto de visita, preguntarle al viejo por algún tramite de hacienda, sólo como pretexto; abandonó la idea, era tarde, ya estarían durmiendo. Acostumbraban hacerlo desde que mamá comenzó a enfermar, el pie le daba mucha lata de noche, más en días tan húmedos como hoy.
Saco del congelador un bote de helado que Susana había llevado a casa, sólo como muerta de cortesía el día en que cenaron juntos. Se comió sólo un poco en varias cucharadas, lo demás lo dejo para después. Con lámpara en mano tomo varias pastillas para su dolor de cabeza, recordó el dulce sabor del helado de vainilla, se lamió los labios para volver a sentir la sensación, se tiró en la cama dobló las piernas y se colocó en posición fetal.
Por un momento pensó que aquella noche podría haber sido mejor, habría tenido que ducharse e ir a la fiesta, habría podido visitar a su hermana e invitarle un helado a su sobrina, pero nada de eso parecía pertenecerle, quedarse sólo en casa había sido lo mejor, con esa lluvia nada se podía hacer.
Antes de quedarse profundamente dormido tuvo la sensación de tener un frío infernal, pensó que el helado había tenido un efecto en su cuerpo. Miraba la ventana descorrida por donde entraba la gran fiesta del mundo, y entre ventanas rumorosas surcaban caminos un río de gotas, miro fijamente esa imagen, cerró los ojos, pensó nueva mente en las otras noches, decidió que no volvería a visitar a sus padres, que su soledad le sentaba bien. Mañana tengo que quedarme en casa e ver televisión, todo lo demás no le importaba ya.


Mon...

Una Noche Álgida

Por ahora ando ocupada, decidí quedarme a escribir o tratar de hacerlo, sin embargo antes de hacerlo no pude evitar dejarles estas citas de Marguerite Duras, la escritora que me tiene cautivada por ahora, me temo que no me deje nunca o más bien que yo nunca la deja a ella.

-Ahora la madre y los dos hermanos están muertos. También para los recuerdos es demasiado tarde. Ahora ya no les quiero. No sé si los quise. Los abandoné. Ya no guardo en mi mente el perfume de su piel en mis ojos el color de sus ojos. Ya no me acuerdo de la voz, salvo a veces la de la dulzura con la fatiga de la noche. Ya no oigo la risa, ni la risa ni los gritos. Se acabó, ya no lo recuerdo. Por eso ahora escribo tan fácilmente sobre ella, tan largo, tan tendido, se ha convertido en escritura corriente.

-Le dice: preferiría que no me amara. Incluso si me ama, quisiera que actuara como acostumbra a hacerlo con las mujeres. La mira como horrorizado, le pregunta: ¿quiere? Dice que sí. El ha empezado a sufrir ahí, en la habitación, por primera vez, ya no miente sobre esto


- Dice que después siempre es terrible. Sonría. Dice: tanto si se ama como si no se ama, siempre es terrible. Dice que pasará con la noche, tan pronto como llegue la noche. Digo que no sólo es debido a haberlo hecho durante el día, que se equivoca, que estoy inmersa en una tristeza que ya esperaba y que sólo procede de mí. Que siempre he sido triste.
- Los besos en el cuerpo hacen llorar. Diríase que consuelan.



El amante, Marguerite Duras

martes, 6 de enero de 2009

Anotaciones no-muy-personales....

....Posiblemente pedazos de uña o carne, desde luego tengo hambre de sueño, ni desvelamientos, ni salidas felices.

Un poco cansada, un poco triste, en el fondo también un poco sola....

viernes, 2 de enero de 2009

Fragmentos.... comenzando el año.

Dejo este poema de Xavier Villaurrutia, un poeta del que disfruto de sobremanera sus versos. Este en particular me atrapo cuando apenas estaba en la preparatoria. 

Me recuerda  tanto a Tedy, esa niña que aun me canta, como entonces...


NOCTURNO DE LA ESTATUA 


A Agustín Lazo

Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera


y el grito de la estatua desdoblando la esquina.



 

Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,


querer tocar el grito y sólo hallar el eco,


querer asir el eco y encontrar sólo el muro


y correr hacia el muro y tocar un espejo.


Hallar en el espejo la estatua asesinada,


sacarla de la sangre de su sombra,


vestirla en un cerrar de ojos,



y jugar con las fichas de sus dedos


y contar a su oreja cien veces cien cien veces


hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño».