sábado, 17 de enero de 2009

(continuación...)

…(Y daban vuelta una y otra vez, llenos, alegres, la lluvia no paraba sin embargo era un goteo de chispas. Ellos miraban de vez en vez el cielo, sonreían, extendían los brazos, gozaban. Era su contemplación tierna, ese hacer sin propósito que el de sentir, descubrir el goce, la satisfacción del acto… Movimientos suaves, labios húmedos, saliva por toda la boca, esa saliva dulce e infantil… No tenían más de 6 años, todo podía escribirse después, no había prisa del ahora; todo les esperaba, bastaba deslizarse debajo de la lluvia.
Un día en el que parecer, todos habían decidido irse a dormir después de la cena, sólo dejaban correr el tiempo, en lo que, los niños jugaban…)

Esas eran las noches de la niñez. Ahora que aquellos días habían pasado, donde no había luna bajo el goteo del cielo, ya no estaba su padre ni su tío, con esas sonrisas que animaban su espíritu, ya no habían puertas abiertas de par en par, ni tragos en la mesita de la sala, ya no olía a puro, ni las mujeres hablaban ya animadamente, ya no poseía jardín, ni primos. Estaba él, aquel niño de los recuerdos frente al televisor que iluminaba su entonces apartamento del mismo tamaño que la sala de casa de sus padres. Allá fuera el goteo grotesco de la cuidad, y sus ladridos que lo había transportado al pasado. Miro el aparato tomar vida frente a sus ojos, aparecían mujeres hermosas llamándolo, latas de cerveza que hubiera querido compartir con alguien más.
Observó el reloj, 10:45, tomó el control del televisor, apago la imagen, encendió una pequeña lámpara de mano; camino hacia la cocina, mientras se incorporaba tomó conciencia de su cuerpo hasta ahora olvidado. Seguía pensando en ese ruido que le molestaba, intento pensar si era posible telefonear a casa de sus padres para saludar, quedar en ir pronto de visita, preguntarle al viejo por algún tramite de hacienda, sólo como pretexto; abandonó la idea, era tarde, ya estarían durmiendo. Acostumbraban hacerlo desde que mamá comenzó a enfermar, el pie le daba mucha lata de noche, más en días tan húmedos como hoy.
Saco del congelador un bote de helado que Susana había llevado a casa, sólo como muerta de cortesía el día en que cenaron juntos. Se comió sólo un poco en varias cucharadas, lo demás lo dejo para después. Con lámpara en mano tomo varias pastillas para su dolor de cabeza, recordó el dulce sabor del helado de vainilla, se lamió los labios para volver a sentir la sensación, se tiró en la cama dobló las piernas y se colocó en posición fetal.
Por un momento pensó que aquella noche podría haber sido mejor, habría tenido que ducharse e ir a la fiesta, habría podido visitar a su hermana e invitarle un helado a su sobrina, pero nada de eso parecía pertenecerle, quedarse sólo en casa había sido lo mejor, con esa lluvia nada se podía hacer.
Antes de quedarse profundamente dormido tuvo la sensación de tener un frío infernal, pensó que el helado había tenido un efecto en su cuerpo. Miraba la ventana descorrida por donde entraba la gran fiesta del mundo, y entre ventanas rumorosas surcaban caminos un río de gotas, miro fijamente esa imagen, cerró los ojos, pensó nueva mente en las otras noches, decidió que no volvería a visitar a sus padres, que su soledad le sentaba bien. Mañana tengo que quedarme en casa e ver televisión, todo lo demás no le importaba ya.


Mon...

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