jueves, 19 de marzo de 2015
Ninuk, un nombre bello
Djuna Barnes
Ninuk es un nombre armenio, lo escuché por primera vez el fin de semana.
Los vocablos y las palabras poseen magia, ¿lo dudan?, no deberían, hay palabras precisas, urgentes, hermosas y todas son útiles. Refieren a un objeto, acción, cualidad, todas develan un misterio; son un entramado de significantes. Los nombres propios en cambio son mejores que eso, son únicos. En tiempos demasiados viejos para tenerlos claros, se recuerda aquella peculiar manera de presentarse, al enunciar primero el nombre del padre seguido del lugar de origen, toda una genealogía de lo que se era.
Una tarde, una pequeña muy simpática llegó de visita junto a su madre; al recibirlas, la pequeña que inquieta y curiosa soltó una auto presentación peculiar. Sonrío como las buenas naturalezas de la infancia rigen, luego adelantó; -¡hola, soy la hija de mi mamá!- de nuevo sonrisa. ¡Claro!, tuve que sonreírle también.
Aquella pequeña no había dejado duda sobre su origen, su autenticidad, era la hija de su madre y eso bastaba para cualquier presentación formal. No me pareció desafortunada aquella revelación, si fuéramos rigurosos, no hay como extender la mano; la derecha desde luego, sonreír amistosamente y cacarear nuestro nombre de pila, el que nos da licencia de ser nosotros inequívocamente.
Por lo menos en México existen dos modalidades según nuestra educación y formalidad, nos presentamos anteponiendo el apellido paterno y luego el materno para rematar con el o los nombres, o bien comenzamos por afirmarnos con el nombre y dejar para el siguiente segundo los apellidos, no en todos los países sucede lo mismo, y a eso hay que agregar la pretensión para adelantar un, licenciado o un doctor en todo momento.
Pensé por un buen rato que hoy mucho más que hace siglos necesitamos de un gran compendio de credenciales que "autoricen" ser, aunque baste presentarse con la mera sonrisa y decir:- ¡hola, soy yo! (hijo de mis padres, de nacionalidad concreta, un entusiasta que carece de credenciales oficiales, cuyo rostro no encontrarás en las bases de datos robada y ofertada en lugares como Tepito; soy un cúmulo de fantasías inverosímiles, y de agregados tan variantes que necesitarás un par de años para conocerlos)
Podemos ser nuestros nombres o ser nosotros con nombres. Es probable que eso me gustara de Ninuk, que al escuchar la sonoridad de sus vocablos, supiera que refería a una mujer a una hermosa mujer y que ello bastaba para disfrutar del sentido poético, de la existencia y en ese caso de la artificialidad del cine.
Un nombre propio esconde un mundo posible, es justo esa idea la que me tiene suspirando por Ninuk.
sábado, 14 de febrero de 2015
El mejor carruaje se encuentra bajo mis pies.
La única manera de dejar de sufrir consiste en mantener la
cabeza vacía. La única manera de vaciarse la cabeza hasta el fondo consiste en
ir lo más deprisa posible, lanzar tu caballo al galope, encararte contra el
viento, no ser otra cosa que la prolongación de tu corcel, el cuerno del
unicornio, con la única misión de atravesar el aire, hasta la lucha final en la
que el éter vencerá, en la que el jinete y su montura, perdidos en su propio
desbocamiento, se verán desintegrados y absorbidos por lo invisible, aspirados
y pulverizados por los Ventiladores.
Elena es ciega. Este caballo es un caballo. Desde el momento
en que existe liberación por la velocidad y el viento, existe caballo. […]
Llamo caballo a ese irrepetible lugar en el que es posible
perder todo anclaje, todo pensamiento, toda consciencia, toda idea de mañana,
para convertirse sólo en un impulso, para ser únicamente algo que se despliega.
[…]
Ésa es la razón por la cual nunca un caballo ha merecido
tanto el nombre de caballo como el mío.
Si Elena no fuera ciega, se daría cuenta de que esa bici es
un caballo y me amaría.
El sabotaje amoroso, Amélie Nothomb
Las historias en mi cabeza son más interesantes… le dije a
mi analista, mientras pensaba en todas aquellas escenas ideales que he
imaginado. Desdeñe los encuentros amorosos y los triunfos académicos que en el
ensueño celebro. Así que me quedaban un puñado de deseos, algunos de lejanas
miras y otros más cercanos como el de comprar una bicicleta y salir al mundo,
bueno a las calles, dar un paseo.
La idea de la bicicleta surgió por la invitación de un amigo
a practicar ciclismo, él aseguraba que era una gran experiencia, yo dudé, andar
en bici lo aprendí desde los 5 años con mi esplendida bicicleta roja con llantitas
traseras, entonces era fenomenal, ahora mmm… dudaba. Luego noté como veía con
más regularidad a ciclistas urbanos o a grupos de paseo nocturno surcar la
ciudad en una suerte de desfile a velocidad, fue entonces cuando la invitación
surtió el efecto, tenía curiosidad. Aunque yo tenía bicicleta, sí una un tanto
destartalada, oxidada, y que sólo usaba para ir por pan, tortillas y… eso era
todo, esa bicicleta sin embargo fue robada en una mala noche, ya no había
bicicleta y sí un pretexto para retrasar aquella idea. Me empeñe en adquirir
una nueva, reluciente; meses después adquirí una a buen precio. La veía y me
parecía maravillosa, pero luego me seguía de largo imaginando lo fabulantástico
que me vería y sería usarla, ¡¡¡pero no la usaba!!! ¡¡Qué gran contradicción!!
Así que un día en que me obligué a salir de la cama muy
temprano, un domingo silencioso y nublado me vestí y salí a rodar. En mi cabeza
me decía una y otra vez, cuando te falte el aire y sientas un poco de cansancio
regresas, además me decía que no llegaría ni a 2km antes de querer regresar. No
fue así, desde el primer día opté por el carril confinado para bicicletas y sin
prisa pero constante pedalee 12km, y no fue la distancia lo que más me
emocionó, sino esa libertad de desplazarte, era esa energía que me impulsaba a
seguir, el viento enfriando mis mejillas. Me descubrí feliz, emocionada, ni en
mis mejores días de gimnasio me había sentido así, maravillosamente
entusiasmada. Hubiera querido recorrer miles de kilómetros, no regresar.
Sé bien que ahora el ciclismo parece una tendencia y que no
pocos se unen a ella más por moda que por querer ejercitarse o colaborar con un
mejor transito en la ciudad, yo no lo hago por ninguna de esas causas, lo hago
porque en aquel pequeño artefacto soy feliz y disfruto como cuando tenía 5 años
surcar las calles a gran velocidad.
Así que en aquella frase desde el diván mentí, porque andar en bicicleta
es mucho mejor cuando lo hago que cuando lo sueño.
Ahora tengo un casco muy chulo, y aún no le doy un nombre
propio a mi bicicleta, que debería llamarse como yo: Leo, porque eso es de deschavetados.
jueves, 15 de enero de 2015
UNA ESTIRPE DE ALCOHOL

y entonces comprende como están de ausentes las cosas queridas.
Dos líneas de una canción que muchos deben saberse y que al cantarla una mujer que sabía sobre alcohol y supervivencia como Chavela Vargas, dotan de singular sostén a Las simples cosas, que nos dicen, las devora el tiempo.
El tiempo que aún no conoce instantes poéticos que lo detengan, que jamás ha suspendido su transcurrir. Así que cuando queremos detenerlo o regresar a un punto, recurrimos a la memoria, a volver a esos viejos sitios, hay muchos recursos para valernos y lograr nuestro propósito. Hay quien a paso necio congela un espacio sin mover un ápice, otros que atascan los cajones con objetos, hay quien recurre a la vieja e infalible, hasta ahora, practica de no olvidar, vaya chiste, porque lo saben desde ese instante, hasta que lo olvidan todo; que aquello que tan celosamente resguardan será transfigurado por la misma materia que lo conserva.
Sabiendo esta inconveniencia menor deciden pese a todo, confiar en ella, en la memoria, entonces ella sonríe y coge la ofrenda. ¿Qué tesoros hemos dejado a su protección? ... uff!!... dejaremos que cada quién realice su contabilidad.
Lo siguiente son los acuerdos a los que llegamos con nuestra memoria, porque ella ofrece una consulta con infinidad de planes. Olvidos cortos, recuerdos exactos, olvidos a largo y corto plazo, recordatorios constantes, recordatorios automáticos complicados de ser programables, etc. Nos ajustamos a ella y ella responde con eficacia.
Eso parece pasarle a Dan Fante, hijo del escritor John Fante, sí, el mismo ebrio que escribió, Pregúntale al polvo, y que antes que Bukowski acaparara la atención de todos y la etiqueta del "realismo sucio" marcara su trabajo, y sobre todo mucho antes que vendiera sus guiones a Hollywood; antes que todo eso sucediera y John no supiera ni usar una máquina de escribir, antes, estaba Italia, el alcohol y las historias. Así Dan Fante relata con aquella memoria que resultó ser fiel y dura como él mismo, lo sobresaliente de su vida y la de su padre, abuelo... hasta que él único que puede decir sin errar sea él.
Mi vida ha sido intensa. En aras de la brevedad, no he incluido todos los matrimonios, novias, detenciones, empleos y palizas, solo los más interesantes.
Y vaya que es interesante...Fante, un legado de escritura, alcohol y supervivencia. Tiene tantas páginas que ahora mismo me regreso a seguir enterándome de muchas juergas y peleas de la familia Fante, que posee un camino de escritura y de la cuál no hay forma alguna de ser indiferente.
sábado, 3 de enero de 2015
Huellas caligráficas
Con suerte una noche en la que el insomnio parece instalarse y no tenemos más remedio que dejar de intentar conciliar el sueño, podremos escribir una pagina de la que podamos estar satisfechos. Su belleza debería radicar en el contenido o en hermosos trazos caligráficos, o podría tratarse de una dudosa crítica subjetiva alterada en grado sumo por la falta de sueño. Cualquiera que fuera la razón compartiré aquellas palabras que me han parecido perfectas, las comparto ahora justo antes de que amanezca y aquella perfección se vea afectada por la claridad del día y me percate de mi ceguera noctámbula.
Mi caligrafia parece mejorar, ser más uniforme. Lo he notado en estás páginas, hay cierto equilibrio en ellas que antes no veía. Pensaba que escribir tan desastrosamente era muestra de mi sentir. Me apenaba volver la vista y contemplar tan horrible creación, sentía una vergüenza conmigo misma. Me parecía inconcebible aquello. Horror de caligrafía, horror de ortografía, horror de ideas; mi vida debería estar acorde con aquello, un desastre, catástrofe.
Siempre me han gustado esas palabras rimbombantes que ejemplifican con grandeza los hechos, porque le aportan algo inexistente a los recuerdos, una mentira en la misma narración de la "verdad" y que no son del todo falsas, sólo exageradas y sobre ello no deberíamos ser tan intransigentes, dado que todo el tiempo concedemos anomalías. La exactitud siempre ha sido un problema para mi.
sábado, 13 de abril de 2013
Anotaciones; confesiones menores que versan sobre redes de referencialidad.
Decidí anotar un largo y enmarañado titulo al post de hoy. Imagino que debe ser una muestra de la caótica sintonía de mis ideas.
Pronto cumplo 27, es una formalidad señalar mi cumpleaños, sobre aquello debo de confesar mi único pesar. Tengo nulas posibilidades de formar aunque sea simbólicamente parte del grupo de los 27; astros juveniles que cegados por su luz y por las miradas del mundo cayeron en otro sitio, uno menos ruidoso. No seré una estrella de rock muerta a los 27 años. (fin de mi único y sincero lamento vital)
Ahora que si de lamentar escribo, también debo lamentar haber descubierto tan tarde aquel libro de Patti Smith, "Éramos unos niños" en donde sin un gran estilo está mujer narra su amistad con el fotógrafo Robert Mapplethorpe. Acabo de decir que no hay un gran estilo, es cierto, pero el libro tiene infinidad de datos, una libertad y sobre todo una voz infantil, ¡qué al diablo el estilo!
Por ello les escribo y dejo un fragmento del libro; si gustan de la música de Patti Smith, deberían ver el trabajo de Robert y luego encontrar un anecdotario de ritmo fluido e imágenes que me hicieron recordar a ese gran libro de Estefan Sweig, El mundo de ayer; que es decir lean "Éramos unos niños".
No obstante, Robert y yo habíamos explorado los límites de nuestra obra y habíamos creado un espacio para el otro. Cuando subía a los escenarios del mundo sin él, cerraba los ojos y lo imaginaba quitándose su chaqueta de cuero, entrando conmigo en la tierra infinita de las mil danzas.
El muchacho que yo había conocido era tímido y tenía dificultad para expresarse. Le gustaba dejarse llevar, que lo cogieran de la mano para entrar sin reservas en un mundo distinto. Era masculino y protector, pese a ser femenino y sumiso. Meticuloso en su vestuario y modales, también era capaz de un desorden atemorizante en su obra. Sus mundos eran solitarios y peligrosos, y vaticinaban libertad, éxtasis y liberación.
Pronto cumplo 27, es una formalidad señalar mi cumpleaños, sobre aquello debo de confesar mi único pesar. Tengo nulas posibilidades de formar aunque sea simbólicamente parte del grupo de los 27; astros juveniles que cegados por su luz y por las miradas del mundo cayeron en otro sitio, uno menos ruidoso. No seré una estrella de rock muerta a los 27 años. (fin de mi único y sincero lamento vital)
Ahora que si de lamentar escribo, también debo lamentar haber descubierto tan tarde aquel libro de Patti Smith, "Éramos unos niños" en donde sin un gran estilo está mujer narra su amistad con el fotógrafo Robert Mapplethorpe. Acabo de decir que no hay un gran estilo, es cierto, pero el libro tiene infinidad de datos, una libertad y sobre todo una voz infantil, ¡qué al diablo el estilo!
Por ello les escribo y dejo un fragmento del libro; si gustan de la música de Patti Smith, deberían ver el trabajo de Robert y luego encontrar un anecdotario de ritmo fluido e imágenes que me hicieron recordar a ese gran libro de Estefan Sweig, El mundo de ayer; que es decir lean "Éramos unos niños".
No obstante, Robert y yo habíamos explorado los límites de nuestra obra y habíamos creado un espacio para el otro. Cuando subía a los escenarios del mundo sin él, cerraba los ojos y lo imaginaba quitándose su chaqueta de cuero, entrando conmigo en la tierra infinita de las mil danzas.
El muchacho que yo había conocido era tímido y tenía dificultad para expresarse. Le gustaba dejarse llevar, que lo cogieran de la mano para entrar sin reservas en un mundo distinto. Era masculino y protector, pese a ser femenino y sumiso. Meticuloso en su vestuario y modales, también era capaz de un desorden atemorizante en su obra. Sus mundos eran solitarios y peligrosos, y vaticinaban libertad, éxtasis y liberación.
jueves, 15 de noviembre de 2012
La llegada a la escritura.
(La postal va dirigida a Isabel Nuñez, su blog es: http://isabelnunez-zbelnu.blogspot.mx/
Si escribes mujer, lo sabes tanto como yo: escribes para dar
cuerpo a tus Libros de Futuro porque el Amor te dicta tus nuevas génesis. No
para llenar el abismo, sino para amarte hasta el fondo de tus abismos…
Léeme–lámeme, escríbeme el amor. Ella no se pone en abismo para saturar la
abertura temida; ella celebra sus abismos, los quiere abiertos, desea su
sin-fondo, su promesa: nunca nos colmarás, nunca te faltará el buen vértigo;
para tu hambre nuestros sexos sin fin, nuestras diferencias.
Eso escribía la propia
Hélène Cixous:
Escribir: para no dejarle el lugar al muerto para hacer
retroceder al olvido, para no dejarse sorprender jamás por el abismo.
En otra parte ella dirá:
Locas: las que son obligadas a re-hacer acto de nacimiento
todos los días. Pienso: nada me está dado. No he nacido de una vez para
siempre. Escribir, soñar, parirse, ser yo misma mi hija de cada día. Afirmación
de una fuerza interior capaz de mirar la vida sin morirse de miedo, y sobre
todo de mirarse uno mismo, como si fueras a la vez de otro, –indispensable
para el amor –y nada más ni menos que yo.
La llegada a la escritura, así se titula un pequeñísimo
libro editado por Amorrortu. Un fuego que ha horado sus propias páginas hasta
convertirlas en pequeños pedazos de ceniza encendida; de fuego olvidado pero
vivo.
Yo sólo tenía la «mala» razón, no era una razón, era una pasión,
algo inconfesable, –e inquietante, un rasgo de la violencia que me afligía. Yo
no «quería» escribir. ¿Cómo habría podido «quererlo»? […]
[…]Pero había locura. Escritura en el aire a mi alrededor. Siempre
próxima, embriagadora, invisible, inaccesible. ¡Escribir me atraviesa![…]
Cioran dijo infinidad de veces que un libro debería ser una
bofetada y además, que un lector, debe considerarse tal hasta no haber releído
los textos.
…pues eso hago yo… releer a Hélène nueva mente, volver sobre
mis lecturas, para descubrirlas distintas, encendidas y palpitantes. Seres de
vida misteriosa, cuya existencia se enciende, como el sexo femenino, al
contacto de los ojos que virtuosos invasores acarician de nuevo el profundo
significante del texto.
Entre las letras, las palabras, los párrafos y las paginas
de esté texto voy como antes sorprendiéndome, ya no sólo con las ideas
expresadas, con la conversación dice Proust de una mujer honesta, por que eso
es la lectura; … la conversación que uno tiene con los hombre y las mujeres más
honestos del pasado… (parafraseando a Proust) sino con mis propias anotaciones.
Bendita escritura que deja la huella legible de los
pensamientos…
Eso es este, como dije antes, pequeñísimo texto; un poema de
prosa libre y sobre todo de libre escritura, una suerte de viaje al pensamiento
de tan fabulosa escritora. Hélène
muestra en un pequeño recorrido aquello que tan amorosamente ha
trabajado y lo muestra gracias a que escribe acerca la escritura y sobre su
propia escritura (Amar: conservar vivo: nombrar. …nos dice…)… sobre sus
condiciones, sobre la de los
demás.
Un pequeño ratón de los libros es este texto, cuya riqueza
sobre el origen de la lengua que fluye femenina y que se detiene para dilucidar
su origen, sus movimientos y sobre todo a decir femenino sus palabras ganadas, conquistadas y dadas en
ofrenda.
Gottfried Helnwein
Sobre Gottfried no será la única entrada, pero por ahora les dejare un par de sus obras y les recomiendo ampliamente ir a las distintas sedes que han reunido y en estos días exponen parte de su obra.
"Nos encontramos ante espejos que perturban no por lo que muestran, sino por lo que extraen de lo más íntimo de nuestra psique." (Texto de la exposición del Museo de San Carlos)
[Aquí les dejo escasos lectores de mi espacio, un texto de
Cixous y unas obras de Gottfried Helnwein.
Así es como despierto a mi pequeño blog, animal abandonado
por mi, que espera a que regrese, siempre espera, sabe esperar y yo sé regresar.]
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