sábado, 20 de junio de 2009

Reflejos...

Su lengua comenzó a balbucear y ella notó cómo, a pesar de todos los esfuerzos, el curso de su pensamiento se perdía y un rayo y una sacudida, contra la que no podía defenderse, relampagueaban ante sus ojos. Pero junto con el cansancio que la envolvía más estrecha y tiernamente cada vez, volvió también aquella profunda tristeza, mitad la balbuciente melancolía sin motivo de los borrachos y mitad el dolor que ya había estado agitando su pecho toda la tarde intentando atravesarlo y que todavía no se había abierto camino.

Stefan Zweig, El amor de Erika Edwald

Me ha dado por escribir relatos cortos y en momentos de extraña nostalgia, sin nombres ni personas en particular, sino con una suerte de personajes ficticios que muestran verdades, digo mentiras, digo, cosas, o que hacen algo, ahí en espacios pequeños; donde existen.
Las semanas transcurren de forma vertiginosa (me agrada esa palabra), y uno avanza de cierta forma, perezosa en mi caso. Pero la tesis va, ahí lenta, apasionada a ratos.

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