miércoles, 13 de junio de 2007

DOLORES

Y sin embargo, había cincuenta que seguín vivos. Estaban acurrucados bajo las mantas; algunos gemían o gritaban, otros se bajaban trabajosamente de las literas para evacuar en el suelo. Llamaban a alguien, rezaban, insultaban, imploraban ayuda en todas las lenguas de Europa.

La tregua, Primo Levi

Cuando leo esta clase de testimonios, cuando sólo soy lectora de un sufrimiento ajeno, es fácil pensar que aquel dolor pueda ser soportable, cuando la desgracia es nuestra, el sufrimiento parece infinito. ¿Cuál es la diferencia?... A mi me duele a ti también, pero no hay manera de que te duela como a mi.

1 comentario:

elblopa dijo...

Bello espacio de reflexión de una bella chica como tú.