martes, 18 de diciembre de 2007

Desesperación


Me he aficionado más a los frutos de la muerte que a los de la vida. No tendía mis ávidas manos para recogerlos ni tampoco el hambre me hacía exprimir su juego con febriles impaciencias. Ellos crecían en mí, en los jardines de la sangre florecían voluptuosamente. Soñaba con el olvido en el reino de las aguas del alma, imaginaba mares tranquilos de no ser y de paz y despertaba en medio de olas encrespadas por los sudores del miedo.

Cioran




Me muevo en la desesperación, desgarro los últimos cigarros que me quedan, y parece que ya no hay salida, voy a irme, a gritar lejos donde nadie escuche, no quiero estar ya aquí, frente al computador, frente a estas teclas que no acompañan, su latir se congela entre mis dedos.

Tenia la sensación de no tener más que hacer, de no poder inquietarme más, el mundo camina allá lejos de estas paredes. Escucho el murmullo de lo externo, tocan la puerta a ratos, gente con caras familiares, ladra el teléfono nunca es para mí.
La inquietante sorpresa de la novedad parecía agotada. Tenía las manos congeladas de esperanzas absurdas.
De pronto me descubrí desconocida, ¿quién era esta, la que hoy piensa por mi?, ¿en qué me convertí, cuando deje de mirarme?, no lo sé, parece que todos excepto yo me conocen, parece que son ellos los que pueden decir algo de mi, aquellos que no están aquí, ni lo van a estar por que se han ido.

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