He terminado de leer una novela larga de historias cortas.
Cada historia se repliega en sí misma hasta tocar con tentáculos suaves a veces imperceptibles a los demás. Hay nombres que se repiten como siempre, la familiaridad de las palabras.
Preguntas en el aire, y el final no parece final, sino la hecatombe de algo que sucedió líquidamente. Tan salvaje, lastimosamente salvaje, o real, viseral.
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