domingo, 9 de agosto de 2009

Lo que logró Puebla, la de los Angeles dicen...

No es que fuera feliz, sólo había logrado serenidad, tranquilidad. No era la serenidad de los monjes tibetanos, o de las místicas. Era una serenidad más pueril, más absurda. No por ello menos agradable y más propia.

Entrega de lo que dejaron las noches en tierras con mayor suerte que esta, en tierras donde colosales volcanes se levantan de mañana, y el olor sube por el cuerpo, hasta infringir un mareo dulce, una suave caricia de un lugar que guarda el secreto de mi origen.

Mon

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